Oficina de prensa del Arzobispo de San Juan martes 22 de diciembre de 2015
San Juan de Puerto Rico
COMUNICADO DE PRENSA
Papa Francisco designa nuevo Obispo para la Diócesis de Ponce
San Juan de Puerto Rico, – El Arzobispo de San Juan y Presidente de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña (CEP), Roberto Octavio González Nieves, OFM., informó que la Santa Sede anunció, al mediodía (hora de Roma) que el Papa Francisco designó al Padre-Obispo Rubén Antonio González Medina, cmf como nuevo Obispo de la Diócesis de Ponce.
El Obispo Rubén nació en Santurce, Puerto Rico. Fue ordenado sacerdote el 9 de febrero de 1975 por la imposición de manos de S.E.R. Luis Cardenal Aponte Martínez. Pertenece a la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, conocido como los Claretianos. Desde febrero de 2001, el prelado ha servido a la Iglesia como Obispo de la Diócesis de Caguas, a cuya comunidad describió como “su primer amor”, porque le enseñó a ser su pastor. Fue pasado Presidente de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña (CEP), Presidente actual del Departamento de Familia, Vida y Juventud del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En la CEP preside tres comisiones: los Medios de Comunicación; los Seminarios y las Vocaciones; y la Liturgia.
“Con los ojos fijos en Jesús y consciente de mis limitaciones, debilidades y pecados, he aceptado la nueva misión que me encomienda el Señor por labios del Papa Francisco. Quiero agradecer públicamente al Santo Padre la confianza que me ha mostrado al darme esta nueva misión”, indicó el Padre-Obispo Rubén en la conferencia de prensa efectuada hoy en la Catedral Nuestra Señora de la Guadalupe en la ciudad de Ponce.
“En esta mañana en que se hace pública mi designación como nuevo Obispo de Ponce, le pido con humildad al Buen Jesús, que me conceda la sabiduría necesaria para caminar, acompañar y guiar esta nueva familia que me regala y que pone bajo mi cuidado”, manifestó. “La misión no la puedo realizar yo solo”, añadió el religioso claretiano, al apelar a la ayuda de las diversas comunidades parroquiales, movimientos, medios de comunicación, grupos juveniles, apostolados, hombres y mujeres de buena voluntad, quienes “conscientes o no, hacen presente el Reino de Dios aquí en esta Diócesis de Ponce”.
“Hoy los invito a caminar juntos con esperanza y alegría, a fijar una vez más nuestros ojos en Jesús, en quien hay vida, y vida en abundancia. No tengamos miedo en ser una Iglesia Pascual, samaritana, pobre y servidora, discípula y misionera”, exhortó el nuevo pastor de la Diócesis de Ponce, el Padre-Obispo Rubén.
De igual manera, el nuevo Obispo de Ponce, agradeció de corazón el servicio apostólico que por los pasados 13 años ofreció con esmero y abnegada entrega a la Iglesia Particular de Ponce el Obispo Félix Lázaro Martínez, Sch. P. Con el nombramiento del Padre-Obispo Rubén, el Papa Francisco acepta la renuncia por límite de edad que presentó hace cuatro años el Obispo Félix Lázaro Martínez, quien desde el 2003 dirigió la segunda diócesis católica creada en Puerto Rico (1924). Por disposición del derecho canónico, el Obispo presenta su carta de dimisión al Papa cuando cumple 75 años.
“Considero que el gran legado que nos deja, y por el cual estoy seguro que lo recordaremos siempre, es haber sembrado en esta querida Diócesis de Ponce la devoción a la Divina Misericordia. De él podemos decir, sin equivocarnos: aquí hay un verdadero testigo del rostro misericordioso del Padre”, manifestó el designado Obispo de Ponce.
Esta Iglesia particular comprende los municipios de Ponce, Adjuntas, Arroyo, Coamo, Guánica, Guayama, Guayanilla, Jayuya, Juana Díaz, Patillas, Peñuelas, Salinas, Santa Isabel, Villalba y Yauco, y la parroquia de Nuestra Señora de la Divina Providencia en la colindancia de Villalba-Orocovis. Actualmente, cuenta con 110 sacerdotes – 66 diocesanos y 44 religiosos – 103 diáconos permanentes, 182 religiosas y 3 religiosos.
La Diócesis de Ponce fue creada por el Papa Pío XI en 1924, siguiendo a la histórica Arquidiócesis Metropolitana de San Juan (1511). Desde el 1924 han sido nombrados por sucesión siete obispos de la Diócesis de Ponce: Edwin V. Byrne (1925), Aloysius Willinger (1929), Jaime McManus (1947), Luis CardenalAponte Martínez (1964), Fremiot Torres Oliver (1964), Ricardo Suriñach Carreras (2000), Félix Lázaro Martínez (2003).
Por su parte, el Arzobispo Roberto le agradeció al Obispo Lázaro “su fructífera labor como Obispo de Ponce y, de manera especial, su colaboración fraternal en la Conferencia Episcopal Puertorriqueña. “El Obispo Lázaro tuvo importantes aportaciones teológicas a la CEP y siempre ha sido un hermano de puentes para favorecer la colegialidad afectiva y efectiva.”
También el Arzobispo le agradeció este nombramiento al Papa Francisco y felicitó al nuevo Obispo de Ponce, prometiéndole sus oraciones, las de sus hermanos obispos de la conferencia episcopal y las de los sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, seminaristas y fieles de todo el pueblo santo de Dios de Puerto Rico. “Felicitamos de todo corazón al Obispo Rubén, a quien acompañaremos con nuestras oraciones, afecto y solidaridad”, declaró González Nieves.
Homilía del P. Rubén Antonio González Medina, cmf, Obispo de la Diócesis de Ponce al inicio de su Ministerio Episcopal
31 de enero de 2016
“Mi boca anunciará tu salvación.”
Salmo 70
¡Alabado sea Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre!
Queridos hermanos y hermanas, al inicio de la Eucaristía hemos pedido al Señor que nos permita “honrarle con todo el corazón y amar a todos con amor verdadero”. Considero que esta hermosa y breve oración nos centra en lo que debemos vivir en esta nueva etapa que estamos iniciando como lglesia Particular.
Nuestra acción pastoral debe reflejar nuestra convicción de que estamos llamados a honrar “o Dios con todo el corazón”, ponerlo a Él como el centro y el fundamento de nuestra acción evangelizadora. Acción que implica amar “a todos con amor verdadero”Sí, estamos llamados a incluir y no a excluir, a sumar y no a restar a multiplicar y no a dividir, a traer y a no alejar, a buscar y no a espanta, a escuchamos y a escuchar, porque la salvación es gratis y es para todos.
¿Cómo lo vamos a lograr?
Hoy la palabra de Dios nos indica el camino. Primero, como Jeremías, hay que tomar conciencia, de que antes de que fuéramos formados en el seno de nuestra madre, Dios ya nos conocía, nos amaba y nos había consagrado para ser profetas en medio de las naciones. Esto quiere decir que tenemos una Misión y que estamos llamados a realizarla, sin miedo y sin titubeos. Porque el Señor está a nuestro Iado para salvarnos y nos ha llamado a formar parte de una Iglesia que como ciudad fortificada, columna de hierro, muralla de bronce, hace presente con audacia a través de las obras de misericordia, el Reino de Dios, por lo tanto, no hay que tener miedo, sino confiar, Dios no falla.
Segundo, el camino tiene nombre, San Pablo nos lo dice hoy, se llama Amor. Y este tiene que “ser comprensivo, servicial, sin envidia, sin presunción, sin orgullo, o groserías, sin egoísmo, no irritable, ni rencoroso, ni cómplice de la injusticia, sino capaz de disfrutar con la verdad. Un Amor que disculpe, confíe, espere y soporte sin poner límites.” Porque el amor verdadero es fiel y nunca termina.
Es el amor que Ileva a la donación y a la entrega el que nos debe impulsar a salir, hacia las periferias existenciales. El Evangelio de hoy nos lo confirma, ya que las acciones y palabras de Jesús nos están invitando a salir de nuestra Cafarnaúm, de nuestras cómodas seguridades e irnos a las nuevas Sareptas, a las fronteras, donde están las nuevas viudas, aquellas que no tienen ninguna seguridad.
Estamos llamados a acercarnos a los que tienen y pasan verdaderas necesidades, favoreciendo incluso a los que ni siquiera son de nuestra misma fe, raza o cultura, como el caso de Naamán el leproso Sirio. En esta nueva etapa que iniciamos hoy es importante entender que estamos llamados a “Salir de sí mismo para unirse a otros hacer e/ bien””EG 87.
Con palabras del Papa Francisco les exhorto; a ser una lglesia en salida, una iglesia en Misión permanente. Comunidad de discípulos misioneros que anuncian que “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” porque en Él, hay vida “y vida en abundancia”. Les invito a ser una comunidad de servidores y servidoras que saben Primerear, involucrase, fructificar, acompañar y festejar.
Una Iglesia samaritana pobre, pascual, samaritana, pobre, servidora, discípula misionera, que siembra esperanza, predica la verdad, trabaja por la justicia, la libertad y la paz. lglesia del delantal, que quiere mostrar al mundo el rostro misericordioso del Padre. lglesia que nos busca ser servida, sino servir y sobre todo, dar la vida “como rescate por muchos”.
¿Quizás algunos se estén preguntando y como lo vamos a realizar? Viviendo una espiritualidad de comunión fundamentada en las enseñanzas de Jesús que nos lleva a hacer “tono mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. “NMI 43.
Así aprenderemos a Primerear —tomando iniciativas que nos liberen del miedo y nos ayuden a salir al encuentro de los demás, a buscar a los lejanos y a llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos, EG24. Atrevámonos a Primerear, y como Jesús, lograremos Involucrarnos con los demás. Sí, hermanos y hermanas estamos llamados a ser, insisto la Iglesia del delantal, Iglesia servidora desprovista de poder que no se avergüenza, siguiendo el ejemplo de Jesús, de ponerse de rodilla ante los demás para lavar los pies. Iglesia que con obras y gestos participa en la vida cotidiana de los demás, que achica distancias, y se abaja hasta la humillación si es necesario, asumiendo la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo.
Les invito a ser una lglesia que acompaña al pueblo en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Iglesia que sabe esperar…que tiene mucha paciencia, y evita maltratar… Iglesia que por ser fiel al don del Señor, fructifica… y esto lo logra cuidando el trigo sin perder la paz con la cizaña. Porque busca y encuentra la manera de que la Palabra se encarne dando frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados.
Les animo a ser una Iglesia que celebra y festeja, desde nuestra cultura, cada pequeña victoria, cada paso adelante porque está consciente de que ElHij“o de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.” EG # 88
Les motivo siguiendo las indicaciones del Papa Francisco; a asumir, “el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivirjüntos, de mezclamos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyamos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia defraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación… sí, hay que ”Salir de sí mismo para unirse a otros, esto, como dice el papa Francisco, hace mucho bien”. Porque “Encerrarse en sí mismo es probar el amargo veneno de la inmanencia, yla humanidad saldrá perdiendo con cada opcián egoísta que hagamos”.
¿Qué le pide el Espfritu Santo a la lglesia del nuevo Milenio? ¿A nuestra Iglesia particular de Ponce? Calle, calle y calle, no que se calle, que se lance a la calle, anunciar el amor misericordioso del Padre que se ha manifestado plenamente en Jesucristo, camino, verdad yvida.
En esta nueva aventura debemos descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos, y así responderemo5 “adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en propuestas alienantes o en un Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro. Porque sino encuentran en la lglesia una espiritualidad que los sane, los libere, los llene de vida y de paz y al mismo tiempo que los convoque a la comunión solidaria y a la fecundidad misionero, terminarán engañados por propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios. EG 89
AI iniciar esta nueva etapa en nuestra Iglesia particular de Ponce, en el marco de la Misión Continental en Puerto Rico, les reto y en la Patria grande de nuestra América latina y el Caribe, a ser Evangelizadores con Espíritu, hombres y mujeres con fuego en el corazón. Hombres y mujeres que se abren sin temor a la acción vivificante del Espíritu Santo. Que oran y trabajan, que buscan la justicia y se hacen presente en las nobles luchas de nuestro pueblo. Cristianos y cristianas que transmitan con fuerza, con gran alegría y entusiasmo su experiencia de sentirse amados profundamente por Jesús, rostro misericordioso del Padre, que nos invita a vivir la misericordia en obras reales. No podemos, insisto, quedarnos ajenos ante las dificultades, los dolores, los sufrimientos, las luchas de nuestro pueblo, de las personas que nos rodean, especialmente de los más pobres y necesitados; porque “somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva”.
Hermanos y hermanas tengamos bien presente que la misión a la que estamos llamados es una pasión por Jesús, y al mismo tiempo, una pasión por su pueblo. Por eso con los “ojos fijos en Jesús”, hoy en el nombre del Señor nos lanzamos sin miedo a “Remar mar adentro, y decimos con convicción; con Cristo, misioneros a Puerto /tico entero. Les pregunto: ¿Cuento con ustedes?. porque necesito “hacer con otros lo que yo solo no puedo hacer” como bien decía mi padre espiritual, San Antonio María Claret.
De aquí el símbolo del Remo, que he utilizado al iniciar la Eucaristía. Quiero impulsar una pastoral que nos Ileve a revitalizar la esperanza y la misericordia, obrando según el ejemplo de Jesucristo Buen Pastor. Para eso, es necesario que tomemos conciencia de que somos un equipo de trabajo, que estamos llamados no solo a trabajar en equipo, sino a dar respuesta reales ante los desafíos que se nos presentan, revitalizando y reemprendiendo con nuevas fuerzas y estrategias el camino de la nueva evangelización. En esta aventura todos somos necesarios e importantes, que nadie se quede de brazos cruzados.
Hoy de una manera especial quiero pedirle a nuestra Diócesis de Ponce que les demos una participación muy activa a nuestros jóvenes, adolecentes, niños y niñas, porque ellos son el presente y el futuro de nuestra iglesia y de nuestra nación puertorriqueña. Animo a nuestros catequistas, a los maestros y maestras católicos, especialmente a los de nuestros colegios y escuelas católicas, a la facultad de nuestra Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico a trabajar sin cansancio en la preparación de las nuevas generaciones, llamadas a ser Testigos del Resucitado y futuros servidores y servidoras de nuestra patria.
Iglesia diocesana de Ponce y al finalizar mis palabras les invito a que nos acojamos a la maternal protección de Santa María de Guadalupe, que en la periferia de México en el Tepeyac se apareció a Juan Diego el humilde y sencillo indio de profunda fe, a quién le dijo:
“«Oye y ten enfencf/óo, híj“o mío e/ más pequeno, qtze es nada lo qt/e fe asusta y af/iye. No se ftzróe tu corazón ni te /nqtz/ete cosa alguna. ¿No esfoy yo aquí qtze soy tu madre? ¿No esfás bajo mi sombra? ¿No estás, por ventura, en mi regazo* No te afIíj”as…”
Apoyado en estas palabras, que la tradición atribuye a la Virgen de Guadalupe les digo: ¡Ánimo! caminemos juntos esta nueva aventura con nuestros “ojosfij“os en Jesús”.
Y como expresión de la opción misionera que hoy asumimos, abrimos las puertas del tríptico que preside nuestro Altar, manifestando de esta manera nuestra opción misionera de anunciar y vivir con audacia y alegría el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Diócesis de Ponce, tu vida es misión.
No tengamos miedo: Nuestro auxilio nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Finalizo mis palabras, consagrando nuestra querida Diócesis de Ponce a la maternal protección de nuestra Señora de Guadalupe, por eso les invito a rezar conmigo la oración que aparece en su Guía Litúrgica:
Bajo tu amparo nos acogemos santa María de Guadalupe, Madre de Dios, Madre de la lglesia. A tu Corazón Inmaculada hoy consagramos nuestra querida Diócesis de Ponce.
Protege nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza cada deseo de bien; reaviva y alimenta la je; sostén e ilumina la esperanza; suscita y anima la caridad; guíanos a todos nosotros en el camino de la santidad.
Enséñanos tú mismo amor de predileccián hacia los pequeños y los pobres, hacia los excluidos y los que sufren, por los pecadores y por los que tienen el corazón perdido, reúne a todos bajo tu maternal protección y a todos entrégales a tú Hij“o querido, el Señor Nuestro, Jesús. Madre, no desoigas nuestras súplicas antes bien de todo peligro, líbranos siempre V’frgen Gloriosa y Bendita.
/ttzego por nosotros Santo Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
¡Alabado sea Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy siempre!