Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña sobre la salud en Puerto Rico

A los hermanos presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas, y todo el pueblo santo de Dios, especialmente a los hombres y mujeres del campo de la salud y de la pastoral sanitaria que peregrinan en tierras borincanas.

Como obispos católicos de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña queremos expresarnos sobre la situación de la salud en Puerto Rico y sus secuelas para la vida humana, la paz familiar, especialmente entre los más pobres y necesitados quienes son las principales víctimas de la situación a nivel de la crisis en la salud que confrontamos como pueblo.

Esta crisis es multifactorial. La misma surge, entre otros factores, a la falta de médicos especialistas en muchas ramas de la medicina, la fuga de médicos y enfermeras y enfermeros, salarios bajos del personal de la salud, la situación con las aseguradoras, la crisis en algunos hospitales, el problema con las residencias para estudiantes graduados de las escuelas de medicinas, entre otros.

Motiva esta comunicación nuestros deseos de contribuir a la reflexión y búsqueda de soluciones a esta crisis y de presentar, en ánimos de aportar, nuestras recomendaciones, iluminadas por los principios que brotan del evangelio de Cristo, por la doctrina social de la Iglesia Católica y por el magisterio, especialmente del Papa Francisco.

Reconocemos que, para nosotros, tratar este tema pudiera resultar muy delicado, pues en un país tan politizado como el nuestro, se suele caer en la tentación de ver y discernir todos nuestros grandes desafíos, incluyendo el de la salud, desde la óptica político partidista y de igual manera, desde las ideologías del estatus político. Caer en esta tentación, sería una excusa más para dividirnos como pueblo y cancelar nuestra capacidad para sobreponernos a esta grave crisis de salud.

Nuestra intención es insertarnos, junto al pueblo santo de Dios, en esta discusión sobre la situación sanitaria en Puerto Rico para darle una mirada desde la perspectiva del evangelio de Cristo, del evangelio de la vida, de la dignidad del ser humano, desde el evangelio de la familia, la solidaridad, el bien común y la cultura del encuentro y el amor.

Como pastores, puestos en medio de nuestras respectivas iglesias particulares que peregrinan en nuestro querido archipiélago borincano, no podemos estar silentes ante la presente crisis sanitaria. Decía el Papa Francisco sobre esas ocasiones cuando el silencio se hace tortura:

“Se hace necesario, por lo tanto, comprometerse en favor de una asistencia que, junto al tradicional modelo biomédico, se enriquezca con espacios de dignidad y de libertad, lejos de la cerrazón y de los silencios, la tortura de los 4 silencios. El silencio, muchas veces se transforma en una tortura. Estas cerrazones y silencios que con demasiada frecuencia rodean a las personas en ámbito asistencial. En esta perspectiva quisiera subrayar la importancia del aspecto religioso y espiritual.”

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